Esta investigación dirige sus primeras miradas hacia el año 1769, fecha que debiera ser simbólica para la enseñanza primaria de Santa Cruz de Tenerife, pues fue entonces cuando el canónigo Francisco Antonio González Navarro –firmaba Francisco Vizcaíno y así era como se le conocía– dejó señalado en su testamento que legaba una de sus casas para que parte de su arriendo fuese dedicado a gratificar a un maestro de escuela para los niños pobres de aquel pueblo de Tenerife. A lo largo de este estudio nos acompañará la casa donada por el canónigo Vizcaíno, esa casa de la plaza de la iglesia que con sus guadianas rentas y su difícil administración permanecerá estrechamente vinculada a los maestros y al devenir escolar de Santa Cruz hasta mediados del siglo XIX.