Al ser rechazado por la comunidad que integra, Gráfulo se ve obligado a escribir sin pausa, hecho que, como consecuencia inmediata, es traducido en condena impuesta por sus vecinos: gente que lo cerca, familiares y amigos.
Solo completamente, aunque rodeado de todos, en el lugar donde reside, recibe a Cirenia, quien con frecuencia se le aparece, en esporádica visita, para señalarle despropósitos y desaciertos que, en torpe descuido, salpican su narración. Cirenia, de quien en realidad está enamorado, representa el amor que tuvo o quiso tener en sus primeros años; mas, el padre de ella, alegando razones de propia estima, se opone a dicha relación, aunque ambos jóvenes se ven a escondidas en el marco de su ensueño.