Contados al atardecer se forma con un grupo de relatos que componen unidad sensible en un cuerpo coherente. El relato Mapa de soledad es el rito de iniciación que todo amor en pareja ha de experimentar: siempre la pareja se está enseñando a sí misma en el ejercicio continuo de fabricarse un camino hacia el conocimiento. El autor plantea en Otra pietá que detrás del odio también se oculta el amor. En Cuerpo de silencio deja constancia de que quien ama tan especialmente la presencia del otro, pero le exige tanto al mismo tiempo, por divinizarlo, acaba por rechazarlo y rechazarse: amor narcisista, al fin y al cabo. En Cuando el tedio quiso mostrar el contrapunto del humor con el estado de ánimo ensombrecido del protagonista. Disyunta es el dominio del tiempo en espiral, sobre un mismo espacio, también las experiencias kármicas que se resuelven viviéndolas. Último travelling pretende decir que las huidas no son necesarias y que tampoco son posibles, porque todos los caminos conducen al encuentro con uno mismo. En Sentir la vida deja la presencia de que siempre le ha interesado lo diminuto en manos del Universo y, cómo, milagrosa-mente, halla cabida y se expresa. Ángeles caídos se refiere al poder universal de nuestra conciencia, que está aún durmiendo sueños egóticos: todos somos ángeles caídos, que nos podemos levantar, si queremos. En este asunto de los relatos cortos el autor pretende cerrar un ciclo que inició hace muchos años con Papiroplexia (o el arte de deshacer animalitos de papel y escribir en ellos), continuó luego con Suaves cuentos de destrucción y, en última instancia, compuso este libro con unos relatos para ser Contados al atardecer. Siempre un texto nace, se desarrolla, se pudre y, luego, surgirá vivo y acabado sólo entre las manos del lector; mientras, dormirá olvidos hasta que alguien lo rescate a la vida a través de la lectura.