La visita de Carlos a su "tía", portera en un edificio de viviendas, es el inicio de este divertido relato por el que pasan y pasean, como por las calles de una ciudad de hace años, variados personajes cada uno en sus quehaceres y con su peculiar sentido vital, pero todos de alguna manera ensamblados como si de piezas de un puzle se tratara. Es fácil que cada lector encuentre en él sus propios recuerdos y además... se eche unas risas.