El arco de la producción lírica de José Tabares Bartlett se desarrolla entre un posromanticismo mimético y un regionalismo en el que construye y se adueña de una voz propia, con tanta seguridad que el poeta puede recuperar un tema indígena, Zebenzuí, el Hidalgo Pobre, sobreponerse a cualquier regreso al vianismo y demostrar la lozanía de su nuevo lenguaje paisajista. Junto a su acendrado isloteñismo, se distingue, asimismo, como uno de los mejores sonetistas canarios del siglo XIX. No eludió en sus versos ni el fervor religioso —reavivado por la muerte de su hijo Juan— ni los poemas galantes. Fue un poeta respetado, leído y valorado no únicamente en Canarias, sino también en determinados círculos literarios de la Península, como demuestra la carta-prólogo de Gaspar Núñez de Arce en esta antología, y que originalmente fue ordenada y publicada por el poeta en 1896.