Margarita adora la moda, leer revistas de misterio y del corazón, los frutos secos y a Raphael. Está rodeada de escritores: su madre es la célebre dama romántica Ira Portuondo y su hijo el joven guionista Eduardo Hernández. La otra rama familiar es el crimen: su padre es el juez Heliodoro María y su hija Laura acaba de estrenar plaza de policía. Sólo su marido, ensimismado en la tarea de delineante, vive ajeno a la sangre y las letras. Ella gobierna el departamento de pisos de un hotel y también investiga, porque adora el crimen, como hemos dicho, y porque, aún más, adora la verdad. Paciano, octogenario kioskero y políglota, la ayuda en la tarea. Walter, el bulldog inglés de la familia, descansa en el jardín.
Inocencio Cruz aparece asesinado en la cheslón de su piso. Sujeta un vinilo de Mina Mazzini y en el tocadiscos gira, muda para siempre, Marlene Dietrich. Todo lo demás es misterio y una gran foto de la Torre Eiffel que parece saberlo todo.