Viviste tu vida rompiendo todos los límites que te pusieron por el camino. Uno de tus valores, el servicio hacia los demás, dejáis que lo habías aprendido de tu abuela Isabel Morales, tu heroína. Me contabas, lo duro que fue tu vida de niño, allá en Venezuela mirando las favelas del otro lado de la calle y cómo con tu más tierna edad y con lágrimas en los ojos, prometiste que algún día harías algo para ayudar a las personas, que como aquellas, pasaban tantas necesidades. Y llegó el momento del regreso a Tenerife donde habían nacido tus padres Jesús e Isabel, de donde quizás nunca debieron salir, al regresar la familia había aumentado, ya erais seis, detrás de ti nacieron Miguel Ángel, Alberto y Anabel. Con catorce años y en plena adolescencia cuando vuelves a Tenerife para canalizar tu energía de juventud, te apuntabas a todos los deportes que podías, llegaste a jugar en el Náutico de Tenerife, no había nada que hacer que te resistiera, era como si ya supieras que la vida te iba a venir corta. Estudiaste psicología, no sin antes haber probado dos años de Derecho, donde comprendiste, que con eso de ser abogado no sólo ayudaría a los buenos, sino que también tendrías que defender a los malos. En tu profesión fuiste un innovador, en la metodología de trabajo, por eso el colegio de psicólogos terminó metiéndote en la calificación del grupo de los otros, pero a ti lo que te gustaba era ir por libre.