La fábrica de esta pequeña novela regresa a la factoría tradicional de la construcción narrativa, donde la lección moral es inherente a la historia. La frontera entre el Bien y el Mal está claramente marcada. Frente a la impecable voluntad de la maldad (la codicia, la crueldad y el crimen), la justicia de la vida inclina su balanza hacia la impecabilidad de la inocencia y del amor.
Varios niños, emocionados por emprender una inocente aventura, se ven envueltos en un tormentoso azar que les obliga a convertirse en guerreros. Frente a ellos, el cruel Juan el Bueno y su compinche Pepón, ser que aún formando parte de la corrupción humana, despierta en nosotros la inevitable piedad de la aventura.