Todos los personajes de esta primera novela de Julia Gil se van ensamblando, a través de la joven narradora, como las ramas en el tronco de una planta, pero cada uno queda también enmarcado en su propia peripecia. En tres ocasiones la narradora cede su función a otros personajes: el excursionista que destaca por su tono humorístico; la tía Sofi, por la expresión de sus sentimientos y las observaciones sobre el mundo en torno a su juventud; y la madre, por su hedonismo reflexivo durante un viaje. Obra difícil de clasificar porque abarca territorios del cuento, del diario, del libro de viajes, de la novela… Quizá esa misma libertad la conforma como novela. Al final, la catástrofe socionatural recibe y completa a muchos de los personajes con sus historias, como el mar acoge las aguas de los barrancos. Pero no es lo único extraordinario, porque Julia Gil sabe irnos desvelando todo lo que hay de asombroso si nos acercamos al menudo entramado cotidiano del devenir de nuestras vidas.