En este libro hay fronteras que separan el mundo que conocemos de otros posibles, la vida de la muerte, y la inocencia del dolor. Los protagonistas las cruzan por voluntad propia o sin querer, porque la vida manda. Se ponen un dedo sobre los labios para guardar secretos de familia, huyen toda la vida, o asienten con movimientos de cabeza ante la soledad y el miedo que el tiempo, inexorable, coloca al final de los caminos.
Su autora rescató algunos de los textos desde el fondo de su memoria literaria, como quien vuelve a buscar asuntos olvidados, metiendo la mano en los cajones de un mueble que llevan tiempo sin ser abiertos. Encontró en ellos relatos escritos a lo largo de una franja de tiempo considerable, que ya vieron la luz en otros seres de papel, a los que quiso mimar y acariciar de nuevo, revisándolos. Ha vuelto a darles vida, junto a algunos textos inéditos.
Elba dice que se escribe desde el olvido, y que quien practica el verbo escribir reinventa la vida con palabras.