En este segundo tomo se analiza el fenómeno del caciquismo para comprobar que se trata de todo un sistema de organización política que estaba determinado, en última instancia, por la dominación económica y social de una oligarquía agraria de naturaleza semifeudal. Una clase terrateniente económicamente desestructurada y atrincherada en una serie de feudos o zonas de influencia muy concretas generaría un sistema político fragmentado en múltiples facciones. Unas clases dominantes en las que la hegemonía correspondía a los propietarios de la tierra y el agua, darían lugar a un sistema político ruralizado, en el que la burguesía compradora –agente de la dominación económica del imperialismo europeo− se hallaba supeditada políticamente a los caciques rurales, que eran los que controlaban los mecanismos de poder en los pueblos de la Isla. Una economía semifeudal generaría unos aparatos estatales estructuralmente débiles y, en muchos casos, ficticios, incapaces de llegar hasta todos los confines del territorio sin contar con las redes paraestatales del caciquismo, únicas que gozaban de vitalidad en el atrasado agro de la mayor parte de la Isla.