En 1925 apareció Medallas, editado modestamente por una imprenta de La Habana. Es un libro de intimidad, en el que el poeta refleja sin mediación externa la luz de sus recuerdos más entrañables. Fue escrito a miles de kilómetros de distancia de Tenerife, pero se representan los mismos lugares, los mismos seres y el mismo paisaje que donde transcurrieron los mejores años de su vida. El soneto alejandrino es el vehículo ideal de expresión, porque potencia la capacidad de evocación. La tersura y limpidez de los cuatro bloques de sonetos en los que se estructura, junto a su carga rememorativa y su íntima vivencia de la memoria, sedujo a una generación, centenares de jóvenes tinerfeños y canarios, que convirtieron a este libro en su predilecto breviario lírico.