Me mueve a investigar en este tema, incompleto en documentación, pero rico aún en información verbal, la necesidad de recordar el agradecimiento, tardío quizá para la mayoría, pero siempre justo e imprescindibles, que debe la sociedad canaria a los maestros nacionales, de todas las tendencias políticas, y a otros profesionales que, a lo largo de un tercio de siglo, en los pueblos y en los barrios mas incomunicados de nuestras islas, impulsaron y facilitaron los estudios de bachillerato y, como consecuencia, hicieron posible, para muchos jóvenes, el acceso a carreras, tanto de grado medio como universitarias.
Estos docentes desarrollaron una labor fundamental, ya que salvaron la carencia de centros estatales. Sin ellos nos hubiese sido imposible a la casi totalidad de los alumnos no oficiales, que en este periodo éramos absolutamente mayoría, cursar unas enseñanzas que, aparte de elevar el nivel cultural decimonónico del mundo rural, en el que nos habíamos estancado, abrieron nuevos horizontes intelectuales y permitieron dotar a nuestra colectividad de un elevado número, indispensable por otro lado, de titulados en diferentes profesiones que atendieron las necesidades sociales, siempre crecientes, de la segunda mitad del pasado siglo.