Estamos ante los « e» elaborados madrigales de una mente mediante el laborioso oficio de la observación de un hombre de a pie y su compromiso poético. Este libro hay que leerlo con la mentalidad de un acontecer diario; como una sucesión de poemas que, por sistema, deben transgredir las reglas preestablecidas lejos de cualquier otro tipo de «madrigal» encorsetado, antiguo, definido literariamente y poco esperado en estos tiempos. La composición de este poemario es una evidencia de que la libertad existe y que no solo hay que apalabrarla y escribirla, sino también vivirla para que crezca. Por último, cabe decir que analizar este texto poético con la lupa de la sintaxis sería poco eficaz e inadecuado para intentar definirla de una u otra manera, pues el modo en que Alejandro combina las palabras de su discurso está sometido al efecto que pretende lograr en el lector, independientemente de la mayor o menor corrección formal. La ruptura de una unidad formal que hilvana de principio a fin el poemario es una forma inequívoca de hacer del libro la identidad de la contestación que persigue y que consigue sin la menor duda. «Permanezcamos tranquilos, como siempre, a la espera de esa lluvia fría y acogedora, que ayude a la bajada de un desayuno insípido, y ojos como platos de lanada» nos dice el poeta.