Retorna Blas Tierno a Morbruno, y comienza a recorrer rincones casi olvidados después de tantos años. Su memoria le trae a la mente hechos pretéritos que nadie parece tener presente; pero, le evoca por todas partes el ambiente la figura de Eduvina Mir, vistosa y llamativa, de atracción irresistible, a quien desde niño miró complacido y así continuó incluso después del desgarrador suceso por ella protagonizado. La amistosa relación con Félix Vega le inspira pormenorizar aquel infortunado revés, ocurrido inesperadamente en los albores de su adolescencia. Su primo toma conciencia de la importancia del hecho y decide traspasar en pequeñas dosis el expediente a Livio Andrés, de menos años, amante de las letras, sobrio en ínfulas e inmune a vanidad creativa. Sin erigirse en redentor de injustas medidas, reinantes de Morbruno a Villadalia, y aun más allá de sus fronteras, el joven escritor inicia la redacción de la crónica reseñada con propios comentarios de cuanto oye en torno, creando un lío, desentrañable tal vez, que es motivo de desacuerdo y discusión con Félix Vega, en su calidad de coautor, por no entender lo que considera desfase en su expresión. Livio Andrés argumenta que trata de emplear el lenguaje de modo no convencional, tras firme y manifiesta intención de distanciarse del uso actual. Ofelia, su madre, le reprocha el desdén hacia la ambrosia de la ebúrnea oferta, que Hortensia representa, y ésta discrepa asimismo de su dedicación a la obra que elabora, por sentirse desestimada en su integridad femenina. Puede que la realidad de lo expuesto en su relato sea otra, bien distinta de la reflejada en el seno de sus páginas; de ser cierta esta posibilidad, Livio Andrés tendrá que escribir de nuevo, como en sinfonía inacabada, esta reiterada historia.