Nino Morales ha sabido mantener, tanto dentro como fuera del terreno, valores innatos como la nobleza y el respeto por el contrario, «pero también la responsabilidad hacia el respetable, evitando las marrullerías que afean el espectáculo». Asimismo, Nino, como mandador, «evitó cruzar sus luchadores con adversarios encontrados, que eternizaran las tardes de lucha. Su elegancia a la hora de agarrar, su combatividad, su coraje, lo hicieron ser admirado en las siete islas y en todas ellas se recuerdan las grandes tardes que protagonizó Nino».