La coincidencia en el mismo sitio en el momento justo determina que una singladura apunte hacia buen puerto o que el itinerario se convierta en derrotero. Como no hay posibilidad de ver más allá de lo que marca el horizonte por mucho que se estire el cuello, no queda otro remedio que buscar con desespero el acierto. Pero entonces interviene el Destino para entretenerse con los imponderables y jugar a los muñecos con quienes nos creemos invulnerables…