Este pequeño libro, se quedo pequeñísimo para las muchas cosas que habría que contar de una época y de una generación que les toco la desgracia de nacer al son de tambores y estruendo de cañones, hambre, penurias, enfermedades, abusos, de luz apagada (no pagada), de cultura allá en el horizonte que se alejaba cuando nos acercábamos a ella. La explotación iba paralela junto a la ignorancia. El reloj del tiempo se había parado acompañado de una oscura y negra nube. El hambre se ocultaba como una afrenta. Cuando en la sorribas íbamos a comer sentados a la intemperie, nos escondíamos para que no viesen la penuria de nuestro menú : gofio amasado con agua y sal, un pedacito de queso que mas servía para olerlo y alguna fruta de la estación, ayer, hoy y mañana por los siglos de los siglos. Los había que después de comer imaginaria carne que no había comido hacía muchos años, salía limpiándose los dientes con un palillo que había cogido en el mostrador del bar de la esquina. ¡Hasta con el hambre se ironizaba!, pero era el estomago quien decía que mentíamos.