Esta novela no está escrita para acólitos de T.S. Elliot. Tampoco se trata de realismo sucio, autobiografía de ficción o literatura de excesos. Simplemente, es un ejercicio de estilo, una figuración experimental un tanto extravagante con matices de literatura beat y metáforas acrobáticas de profunda dureza crítica a las circunstancias que rodean a un personaje desencantado ante un mundo bajo sospecha continua. Sólo existe una posibilidad de fuga y no es otra que la de un viaje místico que, quizá, no se encuentre en este plano de la realidad.