Santa Cruz de Tenerife, madrugada del 11 al 12 de Octubre de 1992. Cinco muchachos van a pasar un rato de ocio a la zona alta de la isla; se encuentran con la sorpresa de un convoy militar secreto, se la juegan para poner orden en el caos, son amenazados para que no se adentren en la zona y menos por la entrada sur. Temerosos, vuelven sobre sus pasos y cuando se sienten seguros, logran ver, a lo lejos, grandes focos iluminando una región concreta del espacio y la ladera sur del Teide. Pasan los días y se suceden los acontecimientos: el Parque Nacional del Teide es cerrado al público durante semanas, según un periódico, por una avalancha. El silencio es el único testigo. ¿Qué ocurrió allá arriba? Esta fábula es sólo la punta del iceberg desprendido, una esquirla necesaria, un vacío comprometido.