Fidencio se siente obsesionado por la dimensión de aquellos autores considerados básicos, únicos para Constancia, su madre, quien lo recomienda al profesor Odón Garrido, con objeto de que oriente al chico y lo instruya en el camino a seguir para entrar en el nicho, para ella hornacina. Abrumado por cuanto acaece en torno, el joven se ha puesto a tomar nota de todo evento susceptible de estar sujeto al arbitrio de una minoría, que supuestamente vela por la buena marcha de los magnos acontecimientos del país. Su desencanto acrecienta al constatar que solamente unos pocos tienen sitio en el rango establecido, causa que le incita a dejar escrita la contrariedad; pero no redacta su crónica con afán rencoroso ni vengativo, sino evidenciada por el fracaso amoroso sufrido, después que Liliosa, su novia, fuera a verse con Digno del Moral, de quien quedó prendada a primera vista. Cada capítulo de su libro es una suerte de cuento previo que, sumado a otros, en orden alterno, va configurando la obra en su proceso hacia la conclusión de la historia, cuyo final resulta desmoronado y no por motivos de indecisión en Fidencio, –personaje narrador a ratos–, quien delega en Lufidro, con objeto de abrir la trama y operar dentro y fuera del relato, informal y desembarazado, cuyo drama interno es tema que concierne a quienes padecen la incomprensión de su actividad, cual refleja la indiferencia que su producción suscita en un entorno, insensible y grueso, ante un hecho cultural significado.