El confinamiento en las Islas Canarias demás de dos mil prisioneros franceses entre 1809 y 1815, en el marco de la Guerra de la Independencia española, es un hecho muy poco conocido fuera del Archipiélago, e insuficientemente estudiado dentro de él. El libro analiza la llegada de esos cautivos, su asentamiento, el trato que les fue dispensado, las
tensiones que se derivaron de su presencia, los mecanismos de su incorporación parcial a la sociedad insular, sobre todo a través del trabajo, y las circunstancias de su repatriación, acabada la contienda. Al finalizar el conflicto bélico, dos centenares de esos prisioneros resolvieron establecerse en las Islas, principalmente por la vía del matrimonio con jóvenes isleñas. Fue una aportación humana y cultural considerable, que contribuyó, como otras
en esta tierra de migraciones, a la formación de la sociedad canaria. Aquellas personas ocupan un lugar en nuestro pasado colectivo, y de ello debemos guardar memoria. Hoy viven aquí algunos de sus descendientes, conocedores de sus orígenes.
En el contexto general de un enfrentamiento que fue enormemente cruel, la experiencia de entendimiento y de integración que en el Archipiélago tuvo lugar fue única, al menos a esa escala.