En un mundo donde a menudo se confunde lo real con lo virtual, el problema de la identidad personal pierde sus perfiles, nunca totalmente definidos, y se duplica en apariencias y entornos simétricos, en los cuales es imposible diferenciar a un ser real de su imagen especular.
En El señor X se muestran algunas de las siluetas borrosas y fantasmales, también inquietantes, de un mundo futuro no muy lejano. En él es posible rescatar del baúl de la memoria los personajes prisioneros de nuestro yo, los anhelos, sueños y deseos a medio definir, la complejidad de nuestro alter ego, de nuestras vidas incompletas que abandonan su prolongado encierro, rescatadas por la fuerza liberadora del amor.