En 1903 el vapor Orellana trasladó a Chile a un grupo de familias canarias que respondieron a la llamada del gobierno chileno para poblar la zona austral del país. Tras dos largos meses de viaje llegaron a su destino final, el lago Budi, donde hasta finales del siglo XIX se situaba el límite de soberanía de la nación chilena. Al sur del río Bío-Bío, los indígenas mapuches y pehuenches habían conservado hasta ese momento el control pleno sobre su territorio.
Esta historia nos cuenta las esperanzas y frustraciones de ochenta y ocho familias canarias que cruzaron el océano hasta llegar al territorio más al sur del mundo en busca del paraíso, y la lucha que tuvieron que mantener para recuperar su propia libertad.
Es de justicia que hoy unamos sus nombres a la larga lista de isleños de la diáspora y que, a partir de ahora, para todos los canarios, el Lago Budi sea un símbolo de homenaje a su memoria.