Las historias de fantasmas nunca pasan de moda. Al contrario, con el devenir de los siglos, cada vez son más y más los fantasmas que nos acechan, desde un pasado que se niega a ser del todo consumido por el tiempo… Quizá por eso Julia y la guillotina, en el luminoso París del siglo XXI, pueda resucitar el espíritu romántico de las viejas novelas góticas, combinando su frisson espectral con la ironía del mundo moderno. Pues no nos llamemos a engaño: la sombra de la guillotina, que se cierne fascinadora y mortal sobre la protagonista de esta deliciosa nouvelle, sigue cubriendo las calles del mundo de hoy, con su ominosa presencia. Bajo las brillantes luces de la ciudad, se agazapan sombras de un pretérito teñido de sangre, maldiciones centenarias y deseos subterráneos, que amenazan consumirnos placenteramente. Romántico ménage à trois, lleno de erotismo sepulcral y sicalíptico, narración de espectros y posesiones, sentimental vuelta de tuerca –con algo de James y de Dumas– al género, nos recuerda que todos Julia y la guillotina llevamos con nosotros, lo queramos o no, nuestros fantasmas…Que pueden hacernos perder la cabeza.