La figura de Fernando León y Castillo es, sin lugar a dudas, una de las más destacadas y controvertidas de nuestra historia contemporánea. Para unos, era el «caudillo del progreso», «figura excepcional de su época», «embajador perpetuo de España», «patriota»…, mientras que para otros era el ejemplo paradigmático de cacique y el principal enemigo de la unidad de la región. Independientemente de la opinión que suscite la trayectoria del primer marqués de Muni, lo cierto es que a nadie dejó indiferente y que su actuación fue clave en la configuración de la Canarias del siglo XX. Su relevancia política le ha convertido en un personaje polémico, acreedor de todos los elogios en su isla natal y denostado en Tenerife como instigador del divisionismo.
La actuación de León y Castillo fue fundamental para entender la política canaria del último tercio del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Se convirtió en el principal interlocutor de las Islas con el Estado y en el representante exclusivo de la clase dominante de las islas orientales.