A la muerte no se le puede prohibir que fije sus carteles, aun siendo la empresa anunciadora de todos los finales. ¿Qué hacer mientras contonea sus andares a sabiendas de que el amante anhelado caerá rendido (o tumbado) cuando desee? ¿Qué patraña orquestar para ausentarla? Definitivamente ninguna. Nuestro destino es que nos cuenten los cipreses antes de dormir. No obstante, la muerte es como la «Llorona» de las rancheras que, cuando le has dado la vida, quiere más.
(De) función cómica recoge treinta narraciones a modo de obituario feliz en el que todo lo fúnebre es risible y todo lo risible, eterno.