La repentina muerte de Roberto sorprende a familiares y amigos que no dan crédito a la noticia, que va de boca en boca y de móvil a móvil. Durante el velatorio, y posteriormente a éste, se sucede una serie de irregularidades que hacen sospechar a María que dicha muerte no ha sido natural y se embarca en una minuciosa investigación para aclarar lo sucedido. En la búsqueda se encuentra con la práctica de atávicas costumbres que la llenan de horror e impotencia. Poco a poco va desentrañando el ovillo; sin embargo, comprende que el nudo final es inextricable. Sin pruebas para demostrar que se ha cometido un asesinato, deja que sea la Providencia quien se encargue de dar al criminal el merecido castigo.