La vida y milagros del boxeador tinerfeño Miguel Velázquez es todavía admirada por los incondicionales de esta modalidad deportiva y resulta asombrosa para las nuevas generaciones que la desconocen. La lista de títulos resulta casi inabarcable: Campeón mundial, de Europa, de España y del mundo miliar. Estuvo en los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 y resultó invicto hasta cinco años más tarde, justo cuando participó en una histórica pelea con Pedro Carrasco, por entonces Campeón de Europa, para arrebatarle el título. No pudo ser pero el cuestionado resultado de aquella contienda aún continúa siendo objeto de controversia. Un año más tarde conseguiría que, por primera, vez el escocés Ken Buchanan cayera sobre la lona con lo cual el tinerfeño se convirtió en campeón europeo. En 1976 llega a la cumbre al ganar el título mundial. Tras perderlo, sumaría en su carrera profesional, que se extendió a lo largo de casi dos décadas, nada menos que 73 combates y apenas 4 derrotas. Luego ejercería como taxista en Madrid durante 20 años, sin sufrir por ello trauma alguno. En la actualidad vive retirado y, cada cierto tiempo, recibe los homenajes que sin duda se merece. Ha sido distinguido con la Real Orden del Mérito Deportivo por Juan Carlos I, posee 2 medallas de oro y 2 de plata por distinciones del Consejo Superior de Deportes, el Cabildo de Tenerife lo nombró Hijo Ilustre en 2013, el Ayuntamiento de Santa Cruz puso su nombre a una céntrica plaza de Cabo Llanos y, finalmente, el Gobierno de Canarias le ha concedido la Medalla de Oro 2022. Pero quizás, el auténtico reconocimiento sería que las nuevas generaciones pudieran conocer, de primera mano, la sabiduría de un deporte noble del que el tinerfeño fue su máximo exponente.