«También era sábado la única vez que mi hermano y yo nos perdimos». Así arranca esta novela, o este río que no cesa de barcos pessoanos que se cruzan en la noche y no se conocen. La velocidad y la comodidad que produce la máscara, la incapacidad de cortar la flor que nos devora y, por ello, la convertimos en libro, todo eso tiene cabida en este bosque olvidadizo. Con ustedes, Irene.