Más que un volumen de relatos se trata de una novela fragmentada, con la desventura afín a sus personajes como elemento de unidad, todo sustentado por el espectacular escenario que ofrece Londres, en cuanto marco de acción, fabuloso entorno cuya imagen establece nítida coherencia en el conjunto. Cunde el clamor de gente, en circunstancias adversas, cual reflejo aciago de tanto imperio en derredor, conjetura de una expresión inaudita, esgrimida en aire triunfal por ese contingente de almas a la deriva, pese a que las diversas fábulas narradas tejen marcada frontera entre las distintas propuestas, resueltas en clave aleatoria; de aquí lo enconado de la lucha que encarna cuanto personaje protagoniza el episodio. Su desenfadada redacción supone intento de eludir el drama y la tragedia, al par que sugiere distraer el desvelo que impregna sus páginas. Ello invita a divagar sobre los variados aspectos de cada historia, aun cuando prefiera el lector asir la duda y no perderse en los meandros del discurso, lo cual induce a percibir su impronta con naturalidad, al tiempo de obviar su índole aviesa, punzante y demoledora.