Finalizó ya, hace años, el largo periodo de silencio y opresión y surgen, en esta obra de Ánghel Morales, nuevas divagaciones, descendientes de aquéllas que él decía de un loco. Ahora, con mayor libertad –no tanta como él desearía–, arremete contra todo y contra todos, y detrás de estas frases filosóficas está la carcajada de un bimbache moderno. Pese a su indudable fondo ácrata, Ánghel Morales sabe eliminar los excesos y, utilizando, como es su costumbre el humor, se convierte un poco en el maravilloso loco manchego y se lanza contra los molinos que, siglo tras siglo, muelen y hacen gofio a la Humanidad. Y no importa que esta batalla se dé por perdida: podremos ganar la guerra. Y la risa de este autor es una risa canaria, devastadora de todas las solemnidades, una risa sin pudor y sin aviesas intenciones, algo espontáneo, socarrón, atípico y estimulante.