La simiente del fuego es la segunda entrega poética del autor, después de (Ediciones Idea, Tratado de la luz 2008). En este poemario, la palabra se articula sobre dos ideas esenciales: el flujo y el misterio. La escritura poética se concibe como el río de Heráclito, donde nadie podría sumergirse dos veces; como una realidad fluyente que nunca termina de gestarse. Al mismo tiempo, el don del canto surge de manera impredecible como fruto de la vecindad con el misterio, de la amistad con lo inefable, cuando la contemplación del mundo se convierte en un asombro infinito gracias a los detalles más humildes de la vida cotidiana. De este modo, el poeta se busca a sí mismo a través de un viaje interior en el que su conciencia se mueve entre la incertidumbre y la esperanza, interrogando a las cosas para dotarlas de significado.