El autor que les presenta esta obra (Cuando tu cara de muñeca me sonríe), aunque ha escrito teatro, poesía, cuentos, novela, y también ha intervenido en el mundo del teatro o del cine como actor, escenógrafo, director e instructor, ama el teatro. Escribe esto porque a pesar de que parece ser que hay algún tiempo que no se asoma con sus personajes a la ventana de un escenario, o que hace siglos que el autor de una provincia lejana y pequeña no aspira con obra propia ese olor tan especial de los edificios teatrales, la condición de hombre de teatro no se pierde nunca. Porque, ¿sabían que si a un hombre de teatro se le vendaran los ojos y llevaran a un escenario que estuviera en silencio absoluto, sólo por el olor sabría que se hallaba en el corazón de una fábrica de ensueños teatrales?