Perteneciente a la corriente de "Teatro poético-simbólico" a la que se adscriben otras piezas teatrales de Sabas Martín como <em>Los Ciegos. Así que pasen cincuenta años, La extrañeza propone una reflexión sobre el desconcierto del ser en nuestro tiempo, sobre la incertidumbre del existir contemporáneo, y sobre la no aceptación de las circunstancias que degradan y parecen regir nuestro presente más inmediato. La irrupción periódica, paralela al desarrollo del diálogo, de elementos sonoros y objetos materiales y alegóricos sirve de contrapunto al lenguaje poético, creando diferentes niveles comunicativos que subrayan y potencian de esa forma el carácter dramático del texto.
Por su parte, El crucrero se inscribe en la línea de Teatro de farsa y caricatura cuyo antecedente encontramos en La Barraca de las Maravillas Maravillosas. En esta ocasión, con un lenguaje común y cotidiano, se tiende a un humor propiciado por las situaciones en las que se desenvuelven los personajes y en donde resuenan por momentos ecos de lo absurdo. Diversas formas y grados de incomunicación, el consumismo desaforado, el azar que da un vuelvo imprevisto a la estabilidad de la vida conocida, y el condicionamiento del desarrollo de la existencia por razones de determinismo geográfico, con sus motivos argumentales.