«Aún con el sabor del vino de la tierra en el paladar y el disfrute de una suculenta comida, donde no han faltado las garbanzas, el cochino negro y un buen plato de papas fritas, me dispongo a disfrutar de un paisaje que solo el Norte brinda con este verdor incandescente bajo los rayos del sol y unos frondosos aguacateros. Ambiente familiar, casero y cercano, donde todos a una, luchan por hacer de los frutos de la tierra un futuro sin más condimentos que el olor a la tierra mojada, el orégano, el tomillo y el laurel».
Este libro resucita momentos vividos, años enteros de una vida. Tarea cuasi imposible sería recopilar todos los entornos, desde el primer «simulacro» de guachinche hasta el casi millar que existen repartidos por la orografía isleña. Entre estas páginas hay entrañables guachinches donde perderse con la familia y/o los amigos y degustar el vino con que el agricultor ha conseguido vaciar sus bodegas eso sí, sirviéndolo, en un ambiente familiar, junto a platos sencillos y sabrosos.
Este es un proyecto de vida, de forma de valorar el trabajo del agricultor y de cómo, una necesidad que surgió para vender los excedentes de vino, se ha convertido en una costumbre: ir de guachinche, que no es poco. Toda una cultura entorno a la mesa. Una experiencia única y que contará a quién aprecie de verdad.
¡Mándese un plato de comida y un vaso de vino que no olvidará nunca!