Emigrar fue la disyuntiva a la que se vieron avocados muchos canarios en diferentes épocas. En Dignidad isleña, está reflejado ese éxodo hacia Cuba en las primeras décadas del siglo XX. Lucrecio llega en busca de fortuna. Y, de cierta forma, escoge el campo porque ve en él un futuro cierto. Se asienta en el hermoso valle de Viñales de Pinar del Río y, como otros tantos paisanos, se dedica al cultivo de tabaco. Crea una familia con una hermosa pinareña, a quien conquista cantándole punto cubano. Aquí están las memorias de un hombre que dejó atrás la zona del valle de San Lorenzo, paseó su juventud por la Hoya de San Miguel, por los caminos de Las Zocas, Las Chafiras hasta llegar al puertito de Los Abrigos y trasladarse a Santa Cruz de Tenerife para, en el vapor Juan Forga, cruzar el Atlántico. Es también la historia del regreso a su terruño y su convicción cierta de quién es y quién ha sido, reflejado en esta cuarteta: ¿Por qué me llamas Cubano, Canario, cuando eso es decir canario al revés isleño, amigo y hermano?