Los protagonistas de estos Cuatro relatos nacen, crecen y mueren en una tierra regada con sangre e imposible de abandonar. Existe algo que los mezcla y confunde, algo que les causa dolor y anhelo; ese no saber qué hacer con la minimizada vida. Las horas pasan, y los años, y arrastran esta corriente de detritos para sumirla en la nada. Pesa el cielo cubierto y la humedad de la atmósfera; pesan las llanuras y el batir de las olas. Crece un hondo rencor contra la caprichosa suerte que reparte las cosas. Ninguno comprende la necesidad de una vinculación más justa a los fenómenos que nacen de la unión de los hombres. Los semejantes causan un confuso malestar, pues no se tiene presente sino lo grosero de sus sonrisas, lo supuestamente malvado de sus pensamientos, la ruindad con que actúan en la avalancha de la vida. La naturaleza siguió creando los cuerpos pero la divinidad dio por terminada su misión y permanece ajena; nos dejó como tardías larvas de un avispero que jamás llegarán a su plenitud.