Nacido en el seno de una familia humilde, Manuel Díaz Hernández (Santa Cruz de La Palma, 1774-1863) resulta sobradamente conocido, ya que –aparte de su gran popularidad a la que ha contribuido la estatua erigida en 1897 en la plaza principal de su ciudad de nacimiento– varios eruditos e historiadores han analizado, en diferentes momentos, diversos aspectos de su apasionante biografía. Durante su estancia en Tenerife, entre 1824 y 1835, desarrolló una interesante labor de la que son conocidos sus aspectos artísticos y de beneficencia. Aquí se estudia el proceso eclesiástico al que fuera sometido a causa del enérgico exhorto que dirigió a sus feligreses en 1820, editado en Madrid en 1822 por vez primera, y se reproduce uno de los informes acerca de este valioso documento histórico.