Un profesor jubilado inicia un retiro existencial en un rincón del norte de España donde se documenta para escribir una novela negra. La obra resulta ser un absoluto fracaso pero, por una serie de circunstancias azarosas, la trama y los personajes en los que se había inspirado lo llevan a convertirse en un colaborador del CNI en Marruecos, donde hay fundadas sospechas de que, aprovechándose de los recientes acuerdos entre los dos países para facilitar el tránsito de personas, se están organizando células de Al Qaeda con el fin de preparar atentados en España. Por el medio está la confusa relación que el protagonista mantiene con una jueza destinada en Las Palmas y los procesos sociales y psicológicos que conducen a ciudadanos europeos a colaborar con grupos islamistas radicalizados.
El informante es una novela no exenta de humor, de giros inesperados, donde Tereñes, la aldea que sirve de refugio al protagonista, o Marraquech, la ciudad que le convierte en un agente externo del Centro Nacional de Inteligencia, son unos personajes más de la trama. Escrita en primera y tercera persona, la obra transita por nuestro siglo valiéndose de unos seres tan dispares como un profesor de filosofía jubilado, un joven de origen rural cuya frustración lo lleva a militar en las filas de Al Qaeda, una jueza especializada en menores, o un marinero abandonado al alcohol – estos dos últimos personajes, totalmente transformados, ya aparecían en su anterior novela El color de la tormenta − que el autor entrelaza con maestría creando una tela de araña de seres entrañables marcados por unas biografías llenas de tropiezos.
Como telón de fondo, la novela reflexiona sobre algunos de los problemas que envuelven a la sociedad contemporánea con un estilo que aúna el entretenimiento y la buena literatura.