En tiempo de neurosis, un individuo puede emprender cien búsquedas, pero lo más probable es que en ninguna de ellas encuentre la foto de su identidad. En El ojo vacío Martín Hernández gira una y otra vez alrededor de sí mismo, de su pasado, de sus asuntos políticos, amorosos y familiares. Una Parabellum lo acompaña. Incluso se inventa un alter ego, al que obliga a realizar lo que él no se atreve a realizar. Todo será en vano. Después del recorrido, del drama, de la ocultación y el desvalimiento, lo encontraremos como al principio: perplejo y solo, al borde de un suicidio que ya no será capaz de acometer.