Francisco Pomares, con algunas breves ausencias, ha estado desde el principio de los tiempos en el Parlamento de Canarias, esa contradictoria institución que representando a tantos acaba siempre interesando a tan pocos. De su pluma, como de la de cualquier periodista parlamentario, han salido crónicas buenas y malas. Hay una diferencia, sin embargo: las buenas son muy buenas y las malas son escasas. Eso es mucho decir. Porque, además, Pomares no hace prisioneros. Descarnadamente a veces, con ironía, con sarcasmo, con hiriente acidez o burla cruel, Pomares no deja títere con cabeza entre los sujetos a los que observa bajo el microscopio de unos textos que, por encima de todo, están escritos con inteligencia y brillantez. Siguiendo sus crónicas uno puede ver fotografías inolvidables de la película política más reciente de las Islas y el retrato fiel de sus personajes más relevantes.