He leído con sumo placer y atención los últimos cuentos de Jonathan Allen y he encontrado, más que una experiencia proverbial, una extraordinaria voluntad de estilo. Sus textos están no solo llenos de fantasía sino que, en algunos casos, están habitados por fantasmas. Jonathan Allen es uno de los últimos delicados, con una gran cultura literaria, y sobre todo, con la conciencia de que hay que combatir el literalismo y la banalidad de ciertas formas contemporáneas de lo narrativo.