Es el debate presupuestario en general, arte de árida, plúmbea y aburrida práctica. Más aún cuando se trata de desmenuzar una a una las enmiendas parciales con las que los grupos suelen castigarse unos a otros. Por eso, la tradición exige que con ocasión del debate de la totalidad, los portavoces parlamentarios esmeren su dialéctica y huyan cual alma perseguida por el diablo de tecnicismos y fárragos diversos, y sus señorías tiendan al discurso filosofal y explicativo de los axiomas ideológicos que dicen amparan el conjunto de sus actuaciones. En la Cámara canaria, esta tradición se ha mantenido a trancas y barrancas con mucho de improvisación, componenda y apaño circunstancial. En estas crónicas, Pomares interpreta con agudeza, claridad y unos diálogos tan reveladores como sabrosos un año de vida parlamentaria cuya intensidad y alcance quizá no fueron percibidos entonces por el ciudadano común pero siguen alumbrando los entresijos de la política actual con su carga de asombrosas similitudes y coincidencias.