El protagonista de En el reducto es un hombre capaz de emocionarse con las películas pero que se resiste a la vida, como si nada valiera la pena; un hombre con una frialdad que anula la maravilla de acariciar a quien se ama. Miguel no es un hombre cualquiera, pero es uno de tantos que lucha con su propia imagen en el espejo, donde observa un rostro erosionado por el desaliento. Siempre distante y siempre al borde de claudicar, se defiende de los ojos ajenos volcando su mirada en las resquebrajaduras de los guijarros y el restregarse de las hojas secas contra los ramos. Y está así frente al acontecimiento, viendo cómo se aleja, mientras el sol sigue brillando en el aire teóricamente hermoso. Un poso de desilusión, sí, pero sin nostalgias, en un paisaje donde no existe la miseria ni la exaltación.