Rafael Franquelo señala que, además de lo primero, posee una frescura digna de resaltar; es una noveleta que se recuerda con emoción y con cierta magua. Documento de una época no tan pasada, cuando el franquismo aplastaba cualquier atisbo de libertad, y que reflejaba las escuelitas de pizarrón y tiza, el palo del castigo físico y aquellas guaguas renqueantes que cruzaban un espacio de la geografía risquera que nunca se ha separado del mundo fabulado de nuestro escritor.