Esta novela –premio Blasco Ibáñez en Valencia, enero de 1981– se publica por séptima vez, superados largamente los 30.000 ejemplares. Traducida al rumano, inglés, alemán y francés, es un texto clásico de la literatura escrita en Canarias. De ella se ha dicho lo siguiente: «Es la mejor novela de su generación» (Justo Jorge Padrón), «Es un magnífico ensayo sobre la insularidad» (Pedro Lezcano), «Muestra la africanidad de Canarias» (Antonio Cubillo). La africanidad sí, pero también la europeidad y la americanidad, precisó el autor. Aquí desfilan los ancestros, la brutalidad de la Conquista y la exquisitez del arte de Flandes, los ingenios azucareros de los Van der Walle y los rituales traídos de Cuba por los emigrantes retornados. En la ciudad de Las Palmas en los años 20 había cuatro «centros de meditación teosófica» tolerados por la dictadura de Primo de Rivera, en los que se practicaba la comunicación con el más allá. En ese ambiente, una joven fue asesinada por su propia familia en el transcurso de una sesión de espiritismo. La obra constituye no solo una crónica de terribles sucesos sino que también indaga en los misterios. En esta edición Amadou Ndoye, catedrático de español en Senegal, analiza las «Creencias africanas por el Atlántico a través de Las espiritistas de Telde», y Antonio María González Padrón, cronista oficial de la ciudad, escribe sobre «El paisaje de la Historia en León Barreto».