William Wilde embarcó con destino a Madeira, las Islas Canarias y el Mediterráneo en el otoño de 1837, acompañado a uno de sus pacientes, que padecía tuberculosis. Wilde es un viajero enérgico, activo, incansable y con una curiosidad limitada por todos los aspectos paisajísticos, sociales, y económicos que le ofrecía Tenerife. Sus observaciones sobre los tinerfeños (y las tinerfeñas) demuestran una brillante y profunda perspicacia. Wilde tampoco se abstiene de criticar las señales de decadencia y abandono en los asuntos públicos y así, por ejemplo, denuncia el estado calamitoso del Jardín Botánico del puerto de la Cruz. Su libro, cuyo título original fue Narrative of a Voyae to Madeira, Tenerife and along Shores of Mediterranean (1840), tuvo un fuerte impacto entre el público en general y entre los médicos y facultativos ingleses en particular, al pregonar Wilde que La Orotava era una estación ideal para los enfermos europeos, sobre todo para los aquejados de patologías pulmonares.