Se comprenderá que a este libro titulado Papiroplexia, y que publiqué por primera vez hace ya bastantes años, le haya incorporado unos relatitos que tienen de referente para el creador el niño y, por extensión, la infancia que se rebulle en busca del placer sin saber evitar el dolor. Estos pequeños relatos los empecé hace tiempo a escribir con una idea común: compondrían un libro sobre los niños que sufren en las guerras. Hice un gran acopio de material periodístico para conocer bien el terreno donde me iba a mover. Pero no pude seguir, todo era muy terrible, me superaba y en aquel entonces (y quizá aún ahora) me siento incapaz de afrontar esa espeluznante temática con el corazón y la mente fríos. Creo que hay que escribir así, con frialdad y planificándose el trayecto del relato. Esta vez me pudo más el contenido y me fue imposible continuar. De hecho, estos son los últimos relatos cortos que he sido capaz de escribir (tanta huella dejó en mí aquel intento y monstruosa experiencia). No he vuelto a escribir ni un solo relato más. Por tanto, los pequeños relatos que he incorporado en esta nueva edición son un homenaje a los seres más indefensos, inocentes víctimas de la incomprensión de algunas mentes, a veces enloquecidas por el poder y otras por su ignorancia. De ejemplo, un botón: los homicidios de bubis en Guinea Ecuatorial. El tema se repite continuamente con otros rostros, otras culturas y medios mucho más sofisticados y su protagonista es siempre la infancia, el niño, que sufre irremediablemente las acciones de sus mayores.