Para mí el escribir poesía se ha convertido en una adicción, en una parte importante de mí vivir cada día. Tanto es así, que he acabado convirtiéndome en un vínculo utilizado por los protagonistas que habitan dentro de cada uno de mis poemas, para expresar por medio de mi creatividad y fantasía –si es que la tengo–, todo aquello que llevan dentro y que, por razones obvias, no pueden comunicar. Yo, de verdad, me siento orgulloso de que dichos personajes utilicen mi forma de «hacer magia con las palabras» como si fuera algo suyo.
He llegado a la conclusión, es más, estoy seguro, de que dichos seres, los que habitan dentro de mis versos, son capaces de sentir como cualquier hijo de vecino. Por ejemplo, en «sentimiento canino», el perro protagonista de este poema nos muestra su tristeza al sentirse abandonado, quiero dejar constancia que mi amigo Urko no tiene nada que ver con dicho poema, aunque este dedicado a él. Otro ejemplo de lo que digo está en el poema «sangre de escorpión» donde la estrella del mismo es una mujer maltratada que se lo juega todo a una carta.